Quiero aportar mi granito de arena a la campaña #0contenciones desde mi experiencia en primera persona. Esto va especialmente dirigido a aquellxs profesionales en psiquiatría que defienden que, no habiendo medios, las contenciones mecánicas son la única opción.

Yo tuve la inmensa suerte de pasar mi primer y único ingreso en una clínica pública en Buenos Aires, Argentina. Llevaba 3 años sin tener vacaciones, el estrés por las nubes, e hice el viaje mientras comenzaba a brotar. Al llegar allí, como me vieron muy alterada y haciendo/diciendo cosas que no eran propias en mí, me llevaron al hospital público más cercano. Allí me dieron una pastilla que me tuvo durmiendo casi 48h. Al despertar, ya estaba ingresada. A diferencia de lo que me hubiera ocurrido de ingresar en España, desperté con mi madre a mi lado y una psiquiatra que trató de explicarme qué estaba pasando.

Estuve allí ingresada aproximadamente 3 semanas. Durante ese tiempo, tanto yo como mis compas de la unidad, teníamos libre tránsito por los jardines, libertad para relacionarnos y terapias colectivas todos los días (hacíamos programas de radio, musicoterapia, etc). Además, tanto pacientes como familiares teníamos atención psicológica y psiquiátrica las 24h del día disponibles si lo necesitábamos. También nuestras familias y/o amigxs podían venir a visitarnos en cualquier momento y quedarse cuanto quisieran. Cada una llevábamos nuestra situación con nuestras limitaciones, unas aceptándolo mejor y otras peor, pero en ningún momento sintiéndonos como en una cárcel, en ningún momento desconfiando de quienes estaban ahí para ayudarnos. Por supuesto que había control sobre nuestra medicación y nos obligaban a tomarla aunque no quisiéramos, pero en ningún caso recurriendo a violencia física o contenciones mecánicas.

Contado así parece que estuviera en algún tipo de clínica a todo lujo, donde sobraba personal y recursos, pero no. Las instalaciones eran mejorables, participábamos colectivamente del mantenimiento del espacio (recogiendo las mesas tras las comidas, limpiándolas, etc). Además, teníamos que llevar nuestro propio papel higiénico y si nuestros familiares querían acompañarnos durante la noche, lo hacían en una silla de plástico. Las instalaciones de las duchas y los baños estaban en un estado mejorable, vi alguna cucaracha, etc. Sin embargo, NO TENÍAMOS MIEDO.  Algunxs compas que no estaban allí por primera vez contaban que no tenían miedo a volver. Después volvían allí para consultas ambulatorias y lo que nos traían era esperanza y cariño. No venían coaccionadas.

Lo que quiero contar con esto es que las contenciones mecánicas no son sólo una respuesta a una deficiencia presupuestaria, sino a la visión de la psiquiatría hegemónica en España que contempla a lxs pacientes como entes deshumanizados. La cuestión de las #0contenciones es una cuestión de VOLUNTAD, no de recursos económicos.

Gracias a que mi primer ingreso fue como fue, no entré en pánico, mis heridas no fueron tan profundas, salí de ahí con herramientas para entender y entenderme, para convivir con estas cosas que me pasan. Sin embargo, leo y oigo testimonios de compas que han vivido sus ingresos en España y el miedo me paraliza. Ahora mi prioridad es NO INGRESAR.

[Este texto sobre su experiencia en psiquiatría lo ha compartido su autora en Twitter y lo difundimos aquí habiéndole pedido permiso y contando con su autorización]