Mis amigos me dijeron que debía explicar mis experiencias en las plantas de salud mental, porque eso podría ayudar a otros, y desde luego no quiero que otros pasen por cosas como las que yo he pasado en psiquiatría. Lo que me han dicho las personas que hoy están conmigo ha sido la motivación para contar lo que sigue.

Escribir las siguientes líneas no ha sido fácil, pero también debo hacerlo como agradecimiento a las personas, lagunas profesionales, que si me han ayudado cuando lo he necesitado.

Me surgen dos dudas al centrarme en la contención. Primero no puedo contar un relato al uso, porque la medicación fue abundante, y los recuerdos no resultan tan claros, pero en cambio son más claros los sentimientos que sufrí, que recuerdo mejor y me acompañan al día de hoy, incluso después de varios años. Pero aunque los episodios de los que hablaré son fragmentarios, en lo general son exactos. En relación con las contenciones tengo un verdadero “trauma”, que mi “cerebro ha borrado ciertos momentos”, y lo agradezco. Porque hubo mucho sufrimiento. Además reconozco que voluntariamente he dedicado tiempo a olvidar lo sucedido, y así mis recuerdos pueden no ser muy redactables. Pero ahora intentare volverlos a traer, y con los recuerdos que todavía permanecen o reaparezcan integre hacer que os hagáis una idea de que es el sufrimiento cuando te tratan peor que a un animal. Si a un perro lo ataran como lo han hacho con nostras se calificaría como maltrato animal.

La otra cuestión es el anonimato del relato. A mi no me importa dar mi nombre, no quiero ocultarme, después de pensarlo no me tengo que avergonzar, ni esconderme, porque no he hecho nada malo (los que practican el maltrato con las personas del que hablaré, igual pueden querer permanecer anónimos). Pero me han dicho que todos los autores permanecerán en el anonimato*, debido a que en general hay miedo a algunos psiquiatras y jefes de la red de salud mental de Navarra. Este temor es algo conocido, me han hablado de ellos muchos compañeros que tuvieron que ingresar, e incluso he intuido que también se extiende a algunos trabajadores de salud mental. No es casualidad que una de las unidades de ingreso sea conocida por todos como Guantánamo, un lugar donde muchas personas han sido atadas por razones muy pequeñas. Lo curioso es que los psiquiatras de Guantánamo luego fueron y son los directivos de salud mental, quizás porque ser tan brutos con las personas con sufrimiento mental.

Para todos vosotros que podéis leer esto me llamaré Aria Llera. Nací en un pueblo pequeño de Navarra, pero a los seis años ya estábamos viviendo en Iruña. No fue una infancia fácil. Sufrí experiencias traumáticas, la familia tuvo dificultades, y durante un tiempo otras personas tuvieron que hacerse cargo de otro hermano y de mi misma. Pasé mucho miedo, pero crecí pensando que era mejor rebelarse, y de este modo me tocó recibir muchos castigos. Pero no quiero hablar de esto, solo decir que en la adolescencia ya cargaba con experiencias muy duras.

El final de la adolescencia fue muy turbulento, lo cierto no porque yo hiciera cosas muy especiales, poco más que salir de juerga e implicarme en actividades políticas rebeldes que nunca llevaron a nada delictivo. Pronto me desengañe de las orientaciones políticas, y pronto conocí al que luego sería mi novio, con el que compartido un vida en común durante unos cuantos años.

Diré que mi trato con salud mental viene de más de dos décadas atrás y que durante este tiempo he perdido la cuenta del número de veces que me han ATADO. Quiero recalcar para que quede muy claro que en ninguna de las ocasiones fue por agresividad hacia mi o hacia los demás, como siempre se escudan los profesionales para defenderse que era la única opción posible. Lo peor para mi es que no me he sabido callar ante lo que considero una injusticia. Una amiga dice que en el psiquiátrico “tenemos que ser pacientes, muy pacientes”.

Ahora os contare porque me ATARON y como lo pasé en aquellos momentos. En una ocasión estábamos en el comedor de la planta de psiquiatría y había una niña con anorexia. Todos sabemos lo que les cuesta comer y lo despacio que lo hacen. La auxiliar de turno no tenía ganas de esperar con paciencia (creo que ese era su deber) y permitir que fuese comiendo tranquilamente, y como digo no tenía ganas de perder su tiempo libre (aunque sí está trabajando no es perder tiempo, es simplemente cumplir con su tarea), así que le metía las cucharadas en la boca hasta dentro, mientras que la niña se debatía entre nauseas y arcadas. Y bueno ahí entre yo diciendo que así no se debía tratar a nadie, y que lo que le hacia era una salvajada y que parecía poco profesional. Anda, para qué hable, y encima dentro del comedor, cuando estábamos todos los usuarios (quizás podría hacer pensar a alguien más que lo que hacía la profesional no estaba bien). La consecuencia es que directamente me sacaron del comedor a empujones y con malas formas, por las dos partes, porque supe que a mi me iban a atar, pero yo no lo iba a poner fácil, nunca se lo puse, me acurruqué como un feto, mi postura habitual cuando venían a por mi, y soltando alguna patada cuando podía (a ver yo no era agresiva pero tampoco, sumisa) y me defendía, y me defendía con todas mis fuerzas. Yo con 50 kilos y metro y medio poco podía resistir, pero nunca lo puse fácil, siempre tuvieron que luchar conmigo hasta tener la última correa puesta. Y de este modo, ahora por ser humana me ataron, como no se ATA ni a un anima, y no se cuantos, pero pase allí varios días. No puedo saber porque atada y sola el tiempo corre de otra forma, lo sé por lo que me dijeron mis compañeros al salir. Mis compañeros me dijeron que se habían pasado mucho, porque lo que dije no era nada malo, y que estuve varios días.

No se como explicar esto para que alguien que no haya pasado por algo así entienda lo que es estar atada de pies, manos y cintura, sin poder hacer ningún tipo de movimiento durante días. Tu cuerpo empieza a perder la sensación de que te pertenece, te duele todo, todo porque esa postura inmovilizada durante días te deja peor que si te pegaran y lo sé porque he pasado por estas dos situaciones, prefiero que me peguen a que me ATEN. Una vez atada y encerrada en la habitación sola, nadie se preocupa por ti, ni si tienes hambre, sed, ganas de orinar o cualquier otra cosas. Muchos días te dan de comer solo una vez. Parece que no tienen tiempo para gastar contigo, porque no tienen tiempo libre ya que «están trabajando en otra cosa”, no hay que olvidarse de esto.

Cuando aparece el psiquiatra a verte, en la mayor parte de las ocasiones es para hacer mofa, diciendo «Tu, otra vez más» y simplemente con esas palabras ya han hecho el trabajo contigo, se dan media vuelta y se van, muchas veces entre risas. La rabia crecía dentro de mí y sobre todo mucha IMPOTENCIA.

Así pasan los días hasta que, me imagino, piensan que ya habré aprendido la lección – creo que la lección debe ser: aquí ver, oír y callar – te sueltan con un aire de estar haciéndote una buena obra. Cuando te levantas todo te duele, estas desorientada, tienes las muñecas y los tonillos negros y muy, pero muy, doloridos. Necesitas un analgésico, y si tienes suerte de que haya algunos de entre el personal de los más humanos te lo dan, y sino te rechazan con desprecio pidiendo que no molestes otra vez – ¿es que aún no has aprendido? te dicen – y con tu cuerpo maltratado te vas con viento fresco. Por suerte, siempre están los compañeros, benditos compañeros, que intentan ocuparse de ti en la medida que pueden, en ocasiones algunos de ellos pidieron los analgésicos, mientras estaba atada, para que al salir de la sujeción poder ofrecértelo de extranjis.

Si, debo decir, y seguramente lo repetiré más adelante, que creo que entre nosotros había una gran solidaridad, como se encuentra en pocos sitios. Tus compañeros es una de las cosas más importantes que tienes ahí dentro, y sin ellos sería muy difícil sobrevivir o resistir las situaciones de los ingresos en las plantas de agudas, al menos en Navarra.

Ahora que estoy más suelta, aprovecho y me animaré a contar otra situación de las que he vivido en los ingresos. En una ocasión una compañera se auto-agredió en los brazos con un tenedor y la verdad se hizo un escarnio. En cuanto se dieron cuanta, la llevaron en volandas a su habitación a ATARLA. Sacaron rápidamente a su compañera a otro cuarto. No sé, yo no entendía nada. Si se había lesionado tendría que ser porque tenía que estar fatal, así lo entendía yo (y me imagino que pensará igual la persona que lee esto que digo) y ahí entre yo otra vez con mi bocaza –miento, no creó que fui una bocazas, igual solo algo humana tal vez – y en medio del pasillo delante de su «cuartito», me puse a exponerle a un enfermero que si ella se había hecho eso, que, por dios, fuera a su habitación y que hablara con ella, que tenía que estar fatal alguien que se hace eso, Ya sabía que no la iban a soltar, pero le pedí que fuera con ella para que pudiera desahogarse – pero eso no debía estar dentro de su trabajo – y por fin dije la palabra mágica «ten un poco de humanidad». Claro yo estaba en el pasillo, con este discurso, donde mis compañeros ingresados me podían oír perfectamente, y eso no se puede consentir, no vaya ser que algún otro usuario también piense lo mismo. Pues dicho y hecho, llamó inmediatamente a sus compañeros y otra vez en volandas, entre patadas y exabruptos, llegué a la cama y fui muy bien ATADA. No perdáis este detalle, estuve yo más días ATADA que ella. Cuando salí de la ATADURA, encima la pobre vino a pedirme perdón, ella la menos culpable de todo, pero nos fundimos en un abrazo, y si que le eche un poco de bronca por estar tan mal y hacer la autolesión y que no debía vivir su malestar en soledad. Nos hicimos buenas amigas, y después, en alguna ocasión me dijo que tenia ganas de hacerse daño, pero hablando se calmaba un poco. A veces pienso que hacíamos más terapia de verdad entre nosotros, que con los psiquiatras de turno, a los que les importábamos menos que nada.

Vuelvo a esta situación, porque viví una de las experiencias más denigrantes y humillantes de mi vida. Estando atada llamé y llamé para que viniera alguien, porque tenia que hacer mis necesidades, pero allí nadie te oye o te quiere oír, y si chillas más fuerte pidiendo socorro muchísimo menos. Al final no pude aguantar mas y me lo hice encima, Aún puedo recordar la asquerosa sensación de mis heces entre mis piernas durante no sé ni cuanto tiempo. Recuerdo perfectamente, y se que esto no es agradable para quien lo lea, como mis heces se fueron resecando entre mis piernas. Cuando más adelante, por fin alguien entro al cuarto y le explique mi situación, fue todo más horrible aún, porque empecé á recibir insultos: guarra, desgraciada, sucia y ahora quién te quita esa mierda de encima – lo recuerdo así, de forma literal. Sin DESATARME, me quitaron el camisón delante de no se cuantas personas, aquello les debía parecer un circo, y entre insultos, restregones, y muy mala leche, con un daño atroz, me limpiaron eso estando ATADA, algo que era realmente complicado, y no se el rato interminable que estuvieron allí limpiándome entre humillaciones y risas entre ellos: «vaya marrón que te ha tocado» le decía uno a otro; y parecía que nadie se fijó que yo estaba ahí, desnuda, que era un ser humano. Nunca se me quitará esa sensación de suciedad entre mis piernas, eso me lo llevaré puesto allá donde vaya.

Contare otra experiencia mas, y creó que os podréis hacer una idea del maltrato que sufrimos en el psiquiátrico.

Esta vez si que metí la pata. A ver, yo sé que en mi vida he metido la pata muchas veces, que he hecho cosas mal, y también se que he pasado por situaciones muy duras, que no he buscado. Sé que si la vida hubiera sido más amable conmigo, y si hubiera tenido apoyos mejores, seguramente mi relación con salud mental no habría existido; pero soy una persona, con errores, pero por suerte también estoy viendo que tengo cosas valiosas.

A lo que iba. Estaba ingresada, en medio de una época difícil, y en una de mis salidas bebí alcohol y me enchispé un poquito, y claro a la vuelta a la planta se dieron cuenta. En la puerta me dijeron que no formará ningún escándalo y que pasara desapercibida, y yo realmente muy asustada me fui a la sala y me puse en la mesa del rincón, juro por mis hijos que tan siquiera abrí la boca, pero al enterarse el resto del personal como llegué, no les pareció que les bastara con que estuviera calladita, y que nadie se enterase. Y vinieron a por mi, nada ocurrió, pero pues debí parecer sumamente peligrosa, con mi metro cincuenta. Pues vinieron siete personas a por mí, entre ellos tres seguratas grandísimos. Ufff…, me metí en el rincón y me acurruque en postura fetal, pero qué iba hacer yo con tanta gente y tan moles, y así en postura fetal me llevaron a mi cuarto. Debían estar de muy mala ostia porque me quitaron la ropa a desgarrones prácticamente y me echaron encima de la cama como un saco, brutalmente. Lo cierto es que en esta ocasión me sentí violada, si violada, porque menos penetrarme aquellos seguratas como energúmenos me manosearon entera delante de los enfermeras y auxiliares, y nadie, nadie dijo está boca es mía, estaban viendo como abusaban de mi, yo lo siento así, como un abuso con todas las letras; bueno sin penetración. Me ATARON SALVAJEMENTE y me inyectaron no se que droga o fármaco como prefieren decirlo, que quede completamente KO hasta el día siguiente. Esta vez tuve suerte, cualquiera que lea que tuve suerte dirá que decir suerte es estar completamente loca, porque vino el psicológico. El estaba llevando mi ingreso, esta es la suerte –esta y otra vez anterior que me llevó fueron las únicas que puedo decir que me sirvió estar ingresada porque hacíamos terapia intensiva, e intentaba que no me drogaran, y esas veces si hice un trabajo personal muy importante que cambio muchas cosas de mi vida – el resto de los ingresos solo te sirven para sobrevivir… Vuelvo al tema, entró en el cuarto y me pregunto si me iba a portar bien, y yo flipada le dije que ya sabía que si, e inmediatamente dijo que me DESATARAN rápido que teníamos consulta, así lo que empezó siendo totalmente brutal término esta vez de forma rápida, tan solo con unas horas ATADA, vamos que casi no me lo podía creer. Hoy es el día que todavía no le he preguntado si me dijo eso por que lo pensase o porque el también me imagino que hacia su papel para sobrellevarlo.

Se muy bien que ese psicólogo no es partidario de las ATADURAS, sino también de otros tipos de contenciones, como la farmacológica. Claro que la gente suficientemente drogada no da problemas, porque no son capaces ni de pensar. Se que es consciente de todos los abusos que seguro veía constantemente. Hoy ya está jubilado y me imagino que también tiene un trabajo en olvidar y perdonarse, por haber dejado que pasaran tantas cosas, pero me pongo en su piel y tampoco sé si hubiera tenido valor de enfrentarme sola a toda la institución. De todas formas desde aquí le quiero enviar mi agradecimiento, porque me ayudó a cambiar bastante mi vida, Sigo hablando de él, intuyo que hoy es como un apestado dentro del gremio, buen en parte de él, se que otra parte le aprecia mucho, por todo lo que publica sobre los medicamentos y las malas praxis, pero espero que se la traiga al pairo y me parece estupendo.

Lo que digo muestra que le quiero y le respeto. No todo es mierda dentro de los psiquiátricos y sé de bastantes personas profesionales que lo pasaban mal en el trabajo, pero mira ellos eran libres y podían haber hecho algo si su trabajo les pasaba factura, no todo es el dinero y ellos podían decidir NOSOTROS NOOOO).

Volviendo a las ATADURAS os diré que me han llegado ATAR, no sé cuantas, pero mas de quince veces por lo menos, y me reitero en lo que dije al principio,  nunca pero nunca supuse un daño ni para mi ni para nadie y eso lo quiero repetir, porque es la GRAN EXCUSA que ponen cuando se les pregunta por qué atan –aunque una vez me respondieron que era para evitar fugas. Seguramente la persona que me lo dijo sabia que conmigo no iba a colar lo de la violencia. Después de mas de dos décadas dentro del circuito de salud mental no he visto ni uno, ni en un solo caso he visto que hayan atado a alguien por violencia, y son muchos año dentro de esta mierda de ambiente.

Y me gustaría decir un par de cosas más. Es algo que me contó mi hermano hace poco. Con la cantidad de drogas que te dan, yo ya ni me acordaba. Un día vino a verme, y enseguida vio los moratones que tenía, me estuvo mirando el cuerpo y vio claramente mis muñecas, tobillos y cintura llenos de moratones de unos cinco centímetros, y él, que se parece a mi en esto de ser humano, se puso furioso y fue a pedir explicaciones al hecho de que me hubieran ATADO, y además de una forma tan salvaje, pues, aunque es difícil de creer, lo primero que hizo el profesional fue negarlo (nadie me había atado), y nos llevaron a una salita ante una enfermera, mi hermano la increpó preguntándole de donde habían salido esos moratones, y ante esta evidencia, en vez de dar alguna explicación o excusa, le dijeron que con esa actitud no podían dejar que viniese a verme, y le echaron del psiquiátrico, y durante tiempo no le dejaron volver. Ingenuamente fue a denunciarlo al Centro de Salud Mental que nos corresponde. El pensaba que iba a recibir ayuda y explicación, pero lo único que recogió fue incomprensión, decepción, y se sintió muy furiosos, porque en los profesionales en lo que si confiaba le trataron casi como si estuviera diciendo locuras. También le dijeron que algo habría hecho yo, y muy grave, para que hubiera sucedido algo así. Ufff…, no solo me hicieron daño a mi, también a el que confiaba en la gente del CSM, se le vino el mundo encima. Se convenció que me quería ver tenía que tragar y no molestar porque sino le prohibían explícitamente las visitas. Hace poco me confesó que quería acompañarme en lo que pudiera mientras estaba dentro, tragando lo que fuera, por su forma de ser sé que fue unos de los tragos más duros que paso en su juventud. Tuvo miedo a denunciar y como consecuencia no poder verme cuando sabía que yo más le necesitaba. Hoy cuando le oigo contar esto, veo que todavía se le hincha la vena. Le sugiero que deje el pasado doloroso porque nada bueno le va a aportar el seguir sufriendo por ello. Le digo que no siempre serán ellos los ganadores. De hecho ahora he ganado yo, porque me he empoderado, he abandonado las drogas, y ahora puedo ponerles colorados yo misma, porque tengo mi verdad y estoy lucida, y ya no valen conmigo sus juegos y sus tretas.

Lo he pasado muy mal pero ahora no me pongo colorada diciendo mi verdad, ni siquiera ante la gerente de salud mental, que me quiso contar el cuento de la violencia, un día que estuvimos reunidos con ella. Lo siento, le dije, lo que cuentas no se adecua a la realidad. Preferí decirlo asía antes de decir que mentía, para ser políticamente correcta. Lo siento pero me pareció tan incapaz, que ni se percató que le llame mentirosa en su cara.

Dije al principio del testimonio que no he hecho nada malo, nada que justificara una contención por motivos de riesgo de violencia, y siento que ahora no me tengo que esconder de nada ni de nadie.

Y ahora si, para terminar quiero contar algo poco agradable. Cuando surgió la posibilidad de contar mi experiencia con las ATADURAS, pensé que no iba a poder, porque tengo pocos recuerdos, pensé que debido a las drogas, pero estos días pensando como los iba a contar y ordenar un poco los ínfimos recuerdos, me ha sucedido algo jodido para mi, he tenido terrores nocturnos, y me despierto completamente empapada, desaforada, y muy angustiada y asustada, realmente asustada, aunque a veces me parece que llego a saber porqué. Bueno, en realidad, creó que lo sé, lo que recuerdo es tan terrible que se manifiesta en mis pesadillas, debe haber cosas mas terribles de lo que he contado, aunque mi mente no me permite o me protege ante los que hay ahí.

Se lo dije al editor, lo que yo estoy contando es esto, pero la mente es muy lista, mucho y sabe esconder en lo profundo de sus circuitos, situaciones que sabe que me van hacer sufrir demasiado y me protege, y que algo de miedo me da recordar esas experiencias y su impacto sobre mi estabilidad emocional. Quiero decir que debo ser un poquito masoca, porque aunque no sea muy importante, también tengo cierta curiosidad por saber lo que la mente sabía no me quiere mostrar. Bueno de momento lo dejaremos así porque si lo que he contado es duro, quizás lo que me esconde mi mente también: dejo las cosas así, que pasen y dentro de un tiempo se pasarán estas noches de pesadillas. Lo que desde luego dicen, es que esas experiencias tenidas en psiquiatría han tenido un impacto verdaderamente profundo sobre mí.

Espero, con este relato, haber acercado a los lectores un poco a la verdadera realidad de las ATADURADAS y que sirva para concienciar sobre que se hace sufrir en los psiquiátricos a las personas, especialmente con las ATADURAS y con tantas otras cosas más, pero ese será otro capítulo. Tal como les digo a mis compañeros de la Plataforma de Derechos las ataduras con de forma clara TORTURA y aunque a veces me miran como si me pasará con esta definición, es lo que pienso. ¿Como se llamaría a los hechos que les he relatado? Y tengamos muy en cuenta lo que no puedo recordar puede ser más terrible aún, es lo que intuyo. ¿Tan terrible tiene que ser?  ¿Porque el cerebro o la mente se niega a enseñarte algo que parece estar ahí?  Pongo estas cuestiones interrogantes para que ustedes mismos, los lectores, saquen sus propias conclusiones.

De algún modo intuyo, de forma clara, que es lo que puede estar pasándome con eso recuerdos que no aparecen.

Ahora les sugiero que piensen y vean a donde les lleva su imaginación, tras este relato. Miren si están de acuerdo conmigo en que la TORTURA EXISTE Y LE LLAMAN CONTENCION MECÁNICA, que suena bastante mejor. Y piense que en el mundo, en nuestra comunidad, en Navarra, esto ocurre y de forma frecuente, se practica en el Complejo Hospitalario, pero no solo ahí, aunque es algo que casi nadie conoce esta realidad. Cuando hablo de esto con alguien, no se lo puede creer.

Deseo que con estos testimonios se abran los ojos de cierta parte de la sociedad, especialmente de los políticos y los sanitarios. Sé que todavía falta mucho para que a las personas con sufrimiento mental y a las que han sido diagnosticadas, se nos considere como iguales, en vez de chiflados, y que falta tiempo para que se nos crea. Me puedo imaginar a personas diciendo estos son chaladuras, o claro es un loco violento y algo habrá que hacer, es peligroso. Puede que a veces perdamos el rumbo de nuestra vida, tengamos ideas raras, y a veces conductas preocupantes, pero no somos peligrosos, somos personas que a veces nos han pasado cosas terribles, que podemos encontrarnos en dificultades, que necesitamos compresión delicadeza y una atención cariñosa, COMO CUALQUIER OTRA PERSONA: somos profundamente humanos, y en especial los profesionales deberían reconocerlo y actuar en consecuencia.

 

* Se refiere a los autores de un libro sobre coerción en salud mental en el que saldrá publicado este testimonio. De momento no disponemos de datos sobre la publicación (NdR)